ROBLES DE LA ERMITA DEL CURA
PARQUE DE “EL
CAPRICHO” (ALAMEDA DE OSUNA)
A finales del siglo XVIII los nobles de la
capital e incluso la propia Casa Real, fueron adquiriendo posesiones alrededor
de la villa y crearon fincas de recreo y esparcimiento para reunirse con
familiares y amigos. Una de ellas fue El Capricho de la Alameda de Osuna,
situada en una desviación de la antigua carretera de Aragón.
La permanencia en manos particulares, hasta
tiempos muy recientes de estas posesiones, las ha protegido, en la mayoría de
los casos, de manos especuladoras y las ha conservado en condiciones muy
parecidas a las originales. Otras, como la en su momento muy importante finca
de de los Montijo y antes de los Miranda, en Carabanchel, han desaparecido
completamente.
La finca conocida como El Capricho tiene actualmente
una extensión de 14 hectáreas y después de muchas rehabilitaciones está abierta
libremente al público aunque en un horario restringido y con acceso máximo
limitado (máximo de 1.000 visitantes al mismo tiempo).
Parece ser que el diseño de la finca se
basó en un proyecto realizado por Pablo Boutelou, miembro de la familia de
jardineros que vinieron a España para trabajar en los jardines del Palacio Real
de Madrid y del de la Granja de San Ildefonso. También se sabe que se contrató
al jardinero francés Jean Baptiste Mulot, que había trabajado en Versalles y a
Angel María Tadey y Borghini, gran decorador y tramoyista que fue el
responsable de la creación de entornos concretos para las fiestas y representaciones
que se realizaron en la finca. Otro jardinero francés contratado en 1975 fue
Pedro Provost, que sería asesinado en la propia finca por las tropas francesas
en el periodo de la Guerra de la Independencia.
Fuente de los delfines, parterre y plaza de los emperadores |
Fue en este periodo inicial (1783-1808)
cuando se van perfilando las características principales del jardín, con una
mezcla de estilos y tendencias, combinando el jardín clásico con las nuevas
tendencias paisajísticas de moda. Y fue la Duquesa de Osuna, Doña María Josefa
de Pimentel (1751-1834) la inspiradora y responsable última de todo el proyecto,
quien quiso hacer del jardín empeño personal a su “capricho” y lo quiso dejar
bien claro desde el principio, con el propio nombre de la finca.
La referida Doña María Josefa de Pimentel (Tellez
Girón, Borja y Centelles, Condesa-Duquesa de Benavente, de Bejar, de Arcos, de
Gandía, Princesa de Anglona, de Esquilache…) pertenecía a una de las casas
aristocráticas más importante de la corte y se había casado con Don Pedro
Alcántara Téllez Girón (1755-1807), quien tras la muerte de su hermano mayor
había heredado todos los títulos de la casa de Osuna uniéndose así, dos de los
linajes más importantes de la nobleza española.
La duquesa, interesada por el arte y la
lectura, compra en 1783 a los condes de Priego una casa, que antes perteneció antes
perteneció al conde de Barajas, para construir en ella una finca de recreo
donde poner en práctica las últimas tendencias paisajísticas de las cortes
europeas, prácticamente al mismo tiempo que en el resto de Europa. Durante la
invasión francesa, ya muerto el duque, la duquesa y sus hijos, entre ellos el
nuevo duque de Osuna, Francisco de Borja, se opusieron vivamente a Napoleón por
lo que, ante las amenazas recibidas, deben abandonar Madrid y refugiarse en
Cádiz. Tras la guerra, y ante los destrozos que el parque había sufrido, el
nuevo duque se ocupó con interés de la finca, pero murió muy joven y le sucedió
su hermano quien dilapidó su fortuna y vendió el jardín en pública
subasta.
Palacio de los duques. A la derecha búnker de la Guerra Civil.
La finca es comprada por la familia Bauer, familia de banqueros judíos, agentes de la Casa Rothchild en España. Sus actividades ocupan tres generaciones, desde 1855 hasta 1932, fecha en que desaparece su sociedad definitivamente.
Mientras tanto, durante la Guerra Civil la finca fue la
sede del Cuartel General del Frente de Defensa de Madrid, dirigido por el
general Miaja, lo que supuso la realización de varias obras de carácter
militar.
Finalmente, en los años cuarenta fue comprada por la
Compañía Inmobiliaria Alameda de Osuna con la intención de aprovechar los
recursos de la finca. Sin embargo, los diferentes proyectos fueron desestimados
por el Ayuntamiento, con la excepción del camping que se ubicó en las cuadras
de la finca. El 20 de junio el ayuntamiento adquiere la finca permutándola por
otros terrenos y en 1978 se abre al público. En 1986, por último, se instala la
Escuela Taller Alameda de Osuna y comienza la rehabilitación del conjunto
quedando como lo podemos ver en la actualidad.
Fue
Ángel María Tadey quien por encargo de la duquesa y entre los años 1792 y 1795 levantó
por toda la finca diferentes construcciones que, como escenarios teatrales,
sorprendieran a los visitantes y les permitieran desarrollar en su entorno las
más variadas actividades.
Roble de la ermita |
Roble de la ermita |
Uno de esos escenarios fue la conocida como Ermita del Cura, en cuyo entorno se encuentran los robles a los que
se dedica este artículo. La ermita o casa del ermitaño producía en el visitante
una sensación de sorpresa, sobre todo por el autómata que se encontraba en su
interior, que fue colocado en 1816 en sustitución de los dos ermitaños que
anteriormente allí habían vivido. Estos ermitaños fueron fray Arsenio, que
vivió en la ermita hasta su muerte en el año 1812 y su amigo Eusebio que le
sucedió hasta su sustitución por el muñeco.
Según parece, fray Arsenio fue enterrado en
una tumba con forma de pirámide que se construyó junto a la ermita y en su
sepultura se había colocado el siguiente epitafio:
“Aquí yace Fray Arsenio
residió en esta comarca 26 años
en esta ermita de la Alameda de Osuna
que le fue donada en caridad por sus méritos
dedicándose constantemente a la oración
y a las más sublimes prácticas piadosas”.
Ermita del Cura |
Ermita del Cura |
Tadey dotó al edificio de un aspecto
ruinoso y envejecido pintando los muros exteriores resquebrajados y recubiertos
en parte de musgo. Utilizó los populares “trampantojos” al dibujar en los muros
exteriores e interiores falsas grietas, ventanas y mobiliario. En 2001 se
restauró el edificio reconstruyendo el pórtico lateral de madera y eliminando
sucesivos repintes. Ahora mismo, en el interior de la ermita puede verse de nuevo
la decoración original que reproduce el interior de una iglesia en ruina, un
cuadro rasgado de San Antonio, una mesa de altar con libro de oraciones y una
oquedad conde se guarda el vino de la misa. En los laterales del altar hay unas
falsas ventanas simétricas a las auténticas de la fachada principal, donde
estaban instaladas las campanas.
En las inmediaciones de
la ermita, en la pradera y al otro lado del barranco recorrido por un pequeño
arroyo, se encuentran un considerable número de robles, de diferentes tamaños y
edades, que nos recuerdan otros parajes más al norte, donde la presencia de
prados con árboles de hoja caduca es habitual.
El roble pertenece al
género quercus, que está compuesto
por más de 400 especies entre las que además de los diferentes tipos de robles
encontramos, por ejemplo, la encina
(confundida con el roble en la antigüedad griega) y el alcornoque.
El nombre quercus parece ser que proviene del
vocablo griego kratos (poder, fuerza)
aunque también se puede referir al sánscrito karkara (duro). Hay también quienes afirman que procede de las
lenguas celtas, que utilizaban la palabra quercuez
con el significado de árbol hermoso.
Roble de la Ermita del Cura |
Es un árbol muy abundante en el norte de España y es más
escaso en la zona central y sur. Hay muchas variedades difíciles de identificar
por las hibridaciones que se producen entre ellos, pero los tipos más
significativos, entre nosotros, podrían
ser el roble común (quercus robur),
predominante en la zona atlántica, y conocido allí como carballo, el roble albar
(quercus
petraea), el melojo o rebollo (quercus pyrenaica), que es la especie más extendida en la Península
Ibérica y dominante por ejemplo en las sierras próximas a Madrid y el quejigo (quercus faginea), originario de la
Península Ibérica y el norte de África.
El roble común es
un árbol de tronco robusto, con ramas gruesas y hojas caducas,
lobuladas, que pueden permanecer en
el árbol hasta bien entrado el invierno. Los campesinos ingleses decían que la
última hoja nunca cae del roble, porque antes de que esto ocurra brotan las
nuevas. Este comportamiento es un enigma para los expertos. Algunos afirman que
así se protege el brote de las yemas, otros que es la mejor manera de
aprovechar la biomasa que el árbol genera (que no se perdería con las lluvias
del invierno). También hay quien afirma que la permanencia de las hojas impide
el nacimiento de plantas bajo el árbol que compitan con él en la obtención de
nutrientes y agua.
Hojas de roble |
Roble de parque en otoño-invierno |
Sus frutos son bellotas
que maduran en septiembre y caen del árbol en octubre. Antes, entre abril y
junio, al mismo tiempo que aparecen las hojas, habremos visto en el árbol las
flores, masculinas y femeninas, en unos racimos colgantes de color amarillo
verdoso.
Se trata de un árbol que
prefiere plena luz, ambiente húmedo y suelos frescos y profundos. Crece muy
lentamente y, por consiguiente, es de gran longevidad, pudiendo alcanzar el
milenio.
Desde la más remota
antigüedad, las bellotas del roble han sido utilizadas por los seres humanos
para alimentar a los animales y a las personas. Los bosques abundaban por toda
Europa y su aprovechamiento descontrolado ha acabado con la mayoría de ellos.
Su madera, muy apreciada
por su resistencia, es la materia prima favorita para la construcción de
mobiliario doméstico y por su resistencia a la humedad, también se usaba en la
construcción de barcos, lo que supuso su práctica desaparición de nuestros
bosques. La Armada Española tenía en explotación exclusiva determinados lugares
de de la Península Ibérica donde se proveía de esta madera para sus barcos. Son
muchos los textos que han referencia, por ejemplo, a la devastación de bosques
completos para la flota que se creó para invadir Inglaterra, en tiempos de Felipe II y que pretenciosamente se conoció
como la Armada Invencible.
También desde antiguo la
madera de roble ha sido la favorita para la elaboración de toneles en los que
criar los apreciados caldos de las zonas templadas. Esta costumbre se mantiene
actualmente y la crianza en madera de roble sigue siendo un elemento de calidad
de cualquier bodega moderna.
Donde la realidad se
mezcla con el mito el roble se maneja de forma fantástica. De roble era la
famosa mesa “redonda” del Rey Arturo y sus caballeros. El mago Merlín vivía en
un robledal y su famosa varita mágica era de madera de este árbol. En un
robledal, el bosque de Sherwood transcurren las hazañas de Robín Hood en tiempos
del rey Ricardo.
Roble del Parque del Retiro |
Entre griegos y romanos,
el roble se relaciona con la más alta jerarquía de los dioses: representaba a
Zeus o Júpiter, que gobernaba el trueno y el rayo. Esto último parece estar
basado en la especial predilección que por estos árboles tienen los fenómenos
atmosféricos eléctricos. Parece ser que tiene que ver con la predilección del
árbol por vivir en lugares húmedos y más concretamente por desarrollar sus
raíces sobre acuíferos unido a la apariencia de sus ramas en época invernal,
retorcidas, puntiagudas y desafiantes.
Tradicionalmente se ha
asociado el roble como el árbol de los celtas. Los druidas galos, famosos entre
la infancia a partir de que René Goscinny y Albert Uderzo crearan a Asterix el
Galo en 1959, realizaban sus ceremonias en torno al roble sagrado y obtenían de
él y, sobre todo, del muérdago que en él crecía, muchos de los ingredientes de
sus mágicos remedios. Sin embargo, no está claro que esto fuera así, ya que fue
Plinio el Viejo, que nunca estuvo en la Galia, quien hizo referencia por
primera vez a este aspecto y no parece seguro que fuera exclusivamente el roble
el árbol sagrado de los celtas galos, sino que otros árboles como el abedul, el
alisio o el tejo cumplían la misma función en diferentes zonas de la Galia.
Lo que sí es un hecho
comprobado es que en torno al roble se genera un abundante y rico
microecosistema. Más de 500 especies, entre insectos, aves e incluso mamíferos,
tiene su vida relacionada con el roble o viven directamente alojados en él. Su
tardía caída de la hoja, su crecimiento en zonas húmedas y próximas a ríos o
arroyos y su porte amplio y frondoso, lo convierten en vivienda ideal y fuente
de recursos para muchas especies animales.
Roble del parque |
Roble del parque |
Ángelo de Gubernateis
(1840-1913), uno de los primeros especialistas en sánscrito de Italia y uno de
los mitólogos más prestigiosos de la Europa del siglo XIX nos dice que en el siglo XIV, cuando se adoquinó la
plaza Beccadelli de Bolonia, aun se erguía un viejo roble. Y como vestigio de un antiguo uso céltico, las
reuniones importantes del pueblo debían celebrarse a la sombra de este árbol
querido. En las antiguas procesiones religiosas lo niños de Bolonia llevaban
coronas de olivo y de roble.
Así, podríamos establecer un mismo territorio
prácticamente ininterrumpido de este a oeste, por todo el continente europeo, en el que los robles presidieron los consejos y las asambleas. Cuando se trataba de sellar pactos, tratos,
juramentos y promesas, o de realizar elecciones particularmente importantes,
se recurría al árbol como testigo y custodio de la palabra dada o del
compromiso. Y la costumbre ha sobrevivido al cristianismo y sus templos, a la
escritura, la Biblia y las notarías.
El
caso más
famoso de juicios bajo los árboles es probablemente el de san Luis, rey de
Francia que impartía justicia al pie de un viejo roble en el bosque de
Vincennes, según refieren las Crónicas Reales.
Roble del Puente de Hierro en la Casa de Campo |
De
esta tradición tenemos infinidad de otros ejemplos como el de Guernika. Los Fueros de Vizcaya especifican
el llamamiento que debía hacerse a los acusados desde el pie del árbol de
Gernika, donde se dirimían los pleitos tal como atestiguan declaraciones escritas
al menos desde el siglo XVI, que comienzan: «So el árbol de Guernica donde se
acostumbran hazer las juntas generales...».
En España, el árbol tiene
una gran presencia en la zona atlántica. “Es fuerte como un roble” se puede escuchar casi en cualquier lugar para
hacer referencia a aquel que destaca no solo por su fortaleza física, sino
especialmente por su buena salud y su resistencia a contraer enfermedades.
En Galicia, el carbayo es
uno de los árboles más vinculados con las tradiciones populares. También está
presente en muchas referencias literarias. Como muestra, un trozo del poema Los Robles de Rosalía de Castro:
Torna,
roble, árbol patrio, a dar sombra
cariñosa a la escueta montaña
donde un tiempo la gaita guerrera
alentó de los nuestros las almas
y compás hizo al eco monótono
del canto materno,
del viento y del agua,
que en las noches del invierno al infante
en su cuna de mimbre arrullaban.
Que tan bello apareces, ¡oh roble!
de este suelo en las cumbres gallardas
y en las suaves graciosas pendientes
donde umbrosas se extienden tus ramas,
como en rostro de pálida virgen
cabellera ondulante y dorada,
que en lluvia de rizos
acaricia la frente de nácar.
¡Torna presto a poblar nuestros bosques;
y que tornen contigo las hadas
que algún tiempo a tu sombra tejieron
del héroe gallego
las frescas guirnaldas!
cariñosa a la escueta montaña
donde un tiempo la gaita guerrera
alentó de los nuestros las almas
y compás hizo al eco monótono
del canto materno,
del viento y del agua,
que en las noches del invierno al infante
en su cuna de mimbre arrullaban.
Que tan bello apareces, ¡oh roble!
de este suelo en las cumbres gallardas
y en las suaves graciosas pendientes
donde umbrosas se extienden tus ramas,
como en rostro de pálida virgen
cabellera ondulante y dorada,
que en lluvia de rizos
acaricia la frente de nácar.
¡Torna presto a poblar nuestros bosques;
y que tornen contigo las hadas
que algún tiempo a tu sombra tejieron
del héroe gallego
las frescas guirnaldas!
Carbayón de Valentín (Asturias) |
En Asturias el roble
tiene una presencia importante, tanto de forma natural en bosques
tradicionales, como en ejemplares aislados. Los habitantes de la capital del
principado son conocidos como carbayones, en referencia a un ejemplar existente
en la calle Uria hasta 1879 en que fue talado. Pero el roble más conocido en
Asturias es el Carballón de Valentín, en Gera (Tineo). Éste árbol, del que
existen testimonios escritos del siglo XV, anteriores al descubrimiento de
América, tiene unas dimensiones impresionantes y se cree que es el más longevo
de Asturias (con permiso del tejo de Bermiego). Fue declarado monumento natural
por el Principado de4 Asturias en 1995 por lo que está protegido e incluido en
el plan de recursos naturales de Asturias.
En Madrid ciudad no hay
una presencia muy relevante. Podemos destacar por su tamaño el roble del Puente
de Hierro, en la Casa de Campo y poco más. En el Parque del Retiro hay dos
ejemplares de relieve y otros mucho más modestos, pero que representan
dignamente la especie. También existen ejemplares en el Campo del Moro o en el
Parque del Oeste, pero sin nos alejamos un poco de la capital y nos dirigirnos
al famoso Hayedo de Montejo, junto al naciente Jarama podremos encontrar
ejemplares muy interesantes formando un
estupendo y típico bosque mixto de hayas y robles.
En otros lugares de la
sierra madrileña, Miraflores, el Escorial, Navacerrada, etc., y antes de que la
altitud le haga desaparecer, también existen agrupaciones de diferentes
variedades de roble que en otros tiempos fueron importante fuente de riqueza
para los lugareños.
Volviendo a nuestro
parque, a lo largo y ancho del mismo existen muchos
otros muchos lugares, como el de la Ermita del Cura, donde se pretendió crear ambientes concretos
para desarrollar en ellos diferentes actividades. El parterre de los Duelistas,
La Plaza de la Exedra, el laberinto, el
Palacio, el Abejero, el Templete, la Casa de las Cañas, el Casino de
Baile, la Casa de la Vieja y son ejemplo de ello. Todos presentan su historia,
sus características, sus leyendas y siempre, la intención de su inspiradora de
crear un lugar de entretenimiento, una especie de parque temático para la
nobleza, cerca de la capital, pero lo suficientemente aislado para lograr
privacidad y tranquilidad.
Casino de Baile |
Templete |
Parterre de los duelistas |
Una mera referencia a cada uno excede en
mucho la intención de éste. Sólo haré referencia expresa al Fortín, ya que
junto a él se encuentra el roble probablemente más antiguo del parque.
(Pascual Madoz (1806-1870) en su
Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de
Ultramar (terminado en 1850) describe así el Fortín: “…hay un fuerte de figura triangular
con baluartes, puentes estables y levadizo y foso de aguas que lo circunda.
Este fuerte está guarnecido por 12 piezas de artillería de varios calibres con
sus correspondientes arcas de municiones, con juegos de armas, asta, bandera y
demás útiles de defensa y ornato”.
Roble del Fortín (desaparecido) |
Pero anteriormente ya había referencias a
esta instalación. En un inventario del mobiliario del jardín
fechado en 1829 se menciona: “Batería: una mesa de madera fina con filetito de
embutido, 12 sillas con asientos de paja pintados de blanco con rayas verdes y
moradas, una garita con un soldado vestido y armado al natural, 12 cañones de
bronce con sus cureñas”. El soldado que aparece mencionado en este inventario,
ya se menciona en 1814 en una cuenta “por una peluca para el soldado”. En 1817
vuelve a aparecer una referencia a este soldado en una cuenta por “tierra,
bolas y pólvora para el soldado”.
Como podemos ver, la duquesa de Osuna no
escatimó recursos (mientras pudo) para que su “capricho” fuera espectacular y
es de agradecer que, pese a los avatares del paso del tiempo, actualmente la
finca conserve todo su encanto para disfrute de los ciudadanos que gustan de
lugares tranquilos y aislados del bullicio urbano.
Estanque y Casa de las Cañas |
SABER MÁS
“El Capricho
de la Alameda de Osuna”. Carmen Añón Feliú. Ed Avapies / Fund
Cajamadrid
La sabiduría de los árboles. Fred Hageneder. Editorial Blume
Árboles madrileños. Antonio López Lillo y Antonio López Santalla.
Obra social Cajamdrid (Edición digital)
Árboles. Guardianes de la magia. Alex Newman. Editorial Océano.
La memoria del bosque. Ignacio Abella. Editorial Integral
Mitología de las plantas. Ángelo de Gubernatis. José de Olañeta Editor.
Publicado en el mes de septiembre de 2013
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