Pese a no
ser su hábitat preferido, podemos encontrar tejos en diferentes zonas del
Retiro: al lado de la Fuente de la Salud y de la Fuente de la Alcachofa, cerca
de la Puerta del Niño Jesús, e incluso hay dos ejemplares recortados en los
jardines del arquitecto Herrero
Palacios. Pero los que se encuentran junto la Casa de Vacas y el que está al
lado del Palacio de Velázquez, especialmente este último, son los más
representativos de la especie.
El nombre
científico del tejo, texus baccata, procede del término latino taxus, ya utilizado por los autores
clásicos Plinio y Virgilio. Según algunos estudiosos, haría referencia a la
palabra griega taxis, hilera, en
referencia a la forma en que aparecen sus hojas. Otros autores explican que
sería la palabra también griega tóxicon,
veneno, la que habría dado origen al término, en alusión, en este caso, al
carácter venenoso de casi todas las partes de la planta. En cuanto al nombre
específico, baccata, viene de la
palabra latina bacca, baya, por la
forma concreta que tiene su fruto.
Se trata de
un árbol propio de zonas montañosas, umbrías, con clima fresco y suelo húmedo y
preferentemente de tipo calizo. A menudo encontramos ejemplares que han
enraizado en zonas rocosas aprovechando una fractura o un espacio entre dos
peñas. En la actualidad, los grandes ejemplares suelen aparecer en la
naturaleza en solitario, escondidos, a menudo rodeados de otros árboles que les
ocultan de la vista y hacen de corte natural. En muchos casos es un auténtico
enigma saber por qué ese añoso y solitario espécimen ha llegado a nuestros días.
Sin duda, detrás de cada uno de ellos hay una historia que lo ha permitido: una
tradición, una leyenda, un empeño de alguien, etc. Sin embargo, en los pocos
lugares donde su hábitat lo permite, y el resto de seres vivos lo respetan, se
acompañan de nuevos retoños de diferentes tamaños y edades que insinúan que en
la antigüedad los bosques de tejos pudieran ser una realidad, aunque
acompañados de otras especies y en competencia con ellas.
En España
está presente, en clara regresión, en casi todas las comunidades, aunque el
vinculo cultural con las poblaciones es más fuerte en la cornisa Cantábrica,
donde las tradiciones ancestrales lo vinculan a creencias religiosas, acuerdos
jurídicos y costumbres domésticas.
En estas
comunidades septentrionales y especialmente en Asturias y Cantabria, es
bastante habitual encontrar tejos cerca de las iglesias de los pueblos y en los
cementerios. Antiguas creencias han identificado la longevidad del árbol junto
con su capacidad para ocasionar la muerte (por su toxicidad) como símbolo de la
eternidad y a la vez brevedad de la vida y los paisanos han celebrado en torno
a él ceremonias religiosas o han depositado en sus alrededores los cuerpos de
sus familiares y vecinos fallecidos. La construcción posterior de ermitas,
iglesias o cementerios en los mismos lugares, unió antiguos y nuevos ritos y
así, reconstruyendo iglesias o replantado tejos, son muchas las poblaciones que
en la actualidad siguen manteniendo el támden tejo-iglesia como punto de
reunión y reflexión de los lugareños.
Tejo de Arangas, Cabrales (Asturias) |
Tejo del cementerio de Salas (Asturias) |
También
sirvieron los tejos como testigos de acuerdos, contratos y juramentos, con el
mismo o superior valor que los documentos escritos o actas notariales: lo que se acuerda bajo el tejo, va a misa,
dice una antigua expresión asturiana. Todavía en algunos lugares de España se
convoca a concejo con el tañer de las campañas y en muchos casos dicho concejo
abierto se celebra bajo el tradicional árbol de la población. Tampoco podemos
condenar al olvido la antigua tradición que aun se mantiene en algunos lugares,
de plantar un tejo en la huerta o el prado de la casa tras el nacimiento de un
hijo y cuidarlo durante toda la vida, como herencia cultural que se transmite a
las generaciones posteriores.
Tejo familiar plantado en 1930 junto a su casa por Giordano Fernández, Tineo (Asturias) |
En la
Comunidad de Madrid hay unos 2000 ejemplares situados en cauces, barrancos y
laderas de la sierra. Un detenido paseo por alguno de los puertos de montaña
más conocidos, Somosierra, Canencia, Rascafría, Cotos, y algunos otros menos
populares, nos permite descubrirlos y en algunos casos admirar su tamaño y
edad. En todos los casos, nuestra presencia debería pasar desapercibida para el
árbol. El exceso de visitantes y, sobre todo, la falta de cuidado y respeto de
los mismos, puede originarle graves daños. No debemos olvidar que todos los
árboles necesitan a su alrededor un espacio bien conservado y drenado de forma
que sus raíces puedan sostenerlo y obtener el agua y las sales minerales con
las que elaborar los nutrientes vitales para su desarrollo.
Tejo del Puerto de Canencia (Madrid) |
Tejo del Puerto de Canencia (Madrid) |
En la
ciudad de Madrid también podemos contemplar tejos en algunos de sus parques
principales. Además de éstos del Retiro, existen ejemplares muy interesantes en
la Fuente del Berro, en el Campo del Moro, en el Jardín Botánico, en el Parque
del Oeste o en el parque del Capricho de la Alameda de Osuna. Y si se quiere
ver un ejemplo de tejos ornamentales recortados podemos fijarnos en los de la
Plaza de Oriente.
El tejo más
espectacular del Parque del Retiro se encuentra junto al Palacio de Velázquez,
protegido por una cerca para evitar que el exceso de pisadas perjudique a las
raíces, o al proceso de absorción del agua..
El palacio
de Velázquez fue construido entre 1881 y
1883 para la Exposición Nacional de Minería que se celebró en 1883. El
Ministerio de Fomento, organizador de la exposición, encargo el proyecto al
arquitecto Ricardo Velázquez Bosco (que
dio nombre al edificio) y fue emplazado en el lugar conocido como Campo Grande.
El presupuesto inicial fue de 225.000 pesetas que aportó el propio ministerio.
Con Ricardo
Velázquez colaboraron el ingeniero Alberto del Palacio, responsable de los
aspectos técnicos y Bernardo Asins,
constructor y montador de la estructura metálica.
En su
construcción empleó Velázquez los materiales y elementos decorativos que
repetiría en sus construcciones posteriores, como la Escuela de Ingenieros de
Minas (1886) y el propio Ministerio de Fomento (1893), hoy de Agricultura.
Así,
utilizando el hierro en la estructura general, el granito como plataforma
básica del edifico, el ladrillo recocido en dos tonalidades para los muros de
cerramiento y la colorida azulejería cocida en la real Fábrica de la Moncloa
(heredera de la Porcelana del Buen Retiro), se levanto el palacio que fue inaugurado el
día 30 de mayo de 1883 por Alfonso XII, acompañado por el rey de Portugal y el
Alcalde de Madrid, Marqués de Urquijo.
Palacio de Velázquez |
Como
curiosidad indicar que participaron en esta Muestra de Minería, Artes
Metalúrgicas, Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales, entre otras, las Minas
de Río Tinto, la Fábrica de Cerámica de la Moncloa, las Aguas Medicinales de
Loeches y Carabaña y algunas prestigiosas industrias madrileñas que comenzaban
por aquellos años su andadura como las de los orfebres Meneses e Hijos,
Espuñes, las Artes Gráficas de Richard Gans, etc., acudiendo también
representantes de la industria y el comercio de Francia, Inglaterra, Alemania,
Suiza, Italia y Suecia.
El palacio,
construido con el ánimo de ser reutilizado después de la exposición, formó
parte importante de la Exposición de Filipinas en 1887, para la que el mismo arquitecto diseñó el
vecino Palacio de Cristal, y posteriormente paso a convertirse en Museo de
Ultramar. En la actualidad pertenece a Ministerio de Cultura y se utiliza para
realizar exposiciones temporales del Museo Nacional y Centro de Arte Reina
Sofía.
Volviendo al tejo se trata de un árbol que, en
buenas condiciones, pude llegar a alcanzar una altura de 15 metros y un
diámetro de 1,5. Estas dimensiones, sin embargo, no son corrientes;
por el contrario,
muchas veces no pasa el tejo de la forma arbustiva o de arbolillo. Este es el
caso más común en la Comunidad, donde no es normal encontrar ejemplares que superen los 10 m. de altura.
Tejo del Parque de la Fuente del Berro |
Tiene una copa
frondosa y ancha, con varios tallos que salen del tronco o incluso del suelo,
como éste del palacio. Sus numerosas ramas se extienden y alejan del tronco
creando en su interior una cabaña natural protectora de aves y otros seres
vivos, que encuentran en invierno un lugar seco, menos frío y con alimento
abundante.
La madera
es dura, de grano fino y apretado que la hace muy valiosa para la ebanistería y
talla. Su utilización durante la Edad Media para fabricar arcos estuvo a punto de provocar
su extinción en Europa. Efectivamente, el arco de tejo
adquirió en la Edad Media gran fama,
por ser un arma militar de gran efectividad. El impacto de las flechas disparadas por estos
arcos era tan fuerte que, según cuenta
la leyenda, podían atravesar puertas de
roble de 8 cm de espesor o las armaduras
y cotas de malla de los soldados.
La demanda de madera de tejo fue tan importante que los ingleses realizaron plantaciones en su
territorio, prohibiendo el
Parlamento su exportación, y decretando una ley que obligaba a todos los barcos mercantes que arribaran a sus
puertos procedentes del extranjero a pagar un tributo, consistente en cuatro
duelas de arco de la mejor calidad por tonelada
de mercancía importada.
También
ha sido muy usado en ebanistería, toneles, mangos de herramientas y ejes de carros
por su resistencia al frotamiento. En este caso, el carro
con eje de madera de tejo “canta” al aplicarle el freno descendiendo los
empinados caminos de las montañas asturianas y ese canto era tradicionalmente
acompañado por el paisano, y así, carro y campesino bajaban hacia las aldeas
rompiendo el silencio del monte astur.
Muy cerca,
al otro lado del estanque, y junto a la Casa de Vacas, encontramos otros dos
tejos uno de los cuales, el de más edad, soporta el paso del tiempo con las
oportunas muletas que en su momento le fueron colocadas para evitar que sus
ramas se desgajen
Tejo de la Casa de Vacas |
La Casa
de Vacas se construyó por orden del rey Fernando VII a su regreso a España tras
la Guerra de la Independencia. En efecto, tras dicha guerra, el parque del
Retiro estaba prácticamente destruido. El rey encarga al arquitecto Isidro
González Velázquez la realización de una reconstrucción parcial entre las
calles O’Donnell y Menéndez Pelayo y el Estanque Grande, convirtiendo la zona
en un reservado para que en él la familia real pudiera disfrutar de las
fantasías y caprichos románticos de un jardín al estilo del primer cuarto del
siglo XIX.
Así,
González Velázquez construye para el monarca la Montaña Artificial, la Casa
Persa o Rústica (hoy desaparecida), la Casa del Pobre y del Rico (derribada en
1963), la Casa de Vacas, la Casita del Pescador, la del Contrabandista (Florida
Park), la de Fieras, un castillete medieval (actualmente en ruinas), un
embarcadero para la Falúa Real (desaparecido al construir el monumento a
Alfonso XII) y la fuente Egipcia del dios Canopo.
En la Casa de Vacas se construyó
una vaquería donde las hijas del monarca jugaban a pastorcillas, disponiendo de
una serie de vacas cuya leche bebían después de haberlas ordeñado ellas mismas.
En 1868, la corona pierde los derechos sobre los Jardines del Buen Retiro y
este pasa a depender del Ayuntamiento de Madrid y la Casa de Vacas en 1873 se
alquila a Mateo Cabezas y Romeral que la transforma en un establecimiento
modélico donde se podía beber leche recién ordeñada, pasando años después a
instalarse una chocolatería.
La Casa de Vacas en la actualidad |
Destruida parcialmente por el
ciclón que en 1886 arrasa el Retiro, se reconstruyó en el siglo XX, pasando a
formar parte de la Zona de Recreo, junto al Templete de la Música, y siendo
transformada en un café restaurante. Se realizaron diversas reparaciones
hasta que en la década 1950-60 se
reestructura de nuevo y pasa a utilizarse como sala de fiestas, con restaurante,
orquesta y bar, haciéndose celebre con el nombre de Pavillon, hasta que en
1983, un incendio destrozó la sala y tras ser restaurada pasó a depender del
Ayuntamiento de Madrid, dedicándose a sala de exposiciones culturales.
El tejo de
las muletas, que se encuentra a su derecha es de edad incalculable. Es algo
arriesgado hablar de la edad de los tejos. Se trata de un árbol longevo, de
crecimiento muy lento, pero es difícil averiguar su edad. No
sirve contar anillos: los más añosos suelen tener el tronco hueco. Además
pueden pasar muchos años con crecimiento nulo. Tampoco es oportuno utilizar la
barrenilla para extraer una muestra del tronco ya que puede perjudicar
seriamente al árbol. Parece claro que pueden superar los 1500 años y hay
referencias de algunos casos en los que se ha producido una regeneración a
partir del tronco ya moribundo de un ejemplar.
Sus hojas
son perennes de 10 a 30 mm, de largo por 1,5 a 2,5 de ancho, formando dos
hileras opuestas de color verde oscuro por el haz y más claro por el envés. El
tejo es una especie dioica (con pies masculinos y femeninos). Precisamente,
este tejo con muletas es un ejemplar femenino
y si la visita se realiza en otoño, veremos también su fruto, un arilo
carnoso que rodea la semilla de color rojo y sabor agradable. Los animales
consumen sus frutos y dispersan las semillas favoreciendo su reproducción.
Precisamente
el fruto es la única parte de la planta que no es venenosa. El resto contiene
alcaloides tóxicos que pueden llegar a provocar la muerte. Por otro lado, el
descubrimiento del taxol en la corteza del tejo del Pacífico (taxus brevifolia) como anticancerígeno
ha estado a punto de acabar con el árbol. Para tratar a una sola persona hacían
falta varios ejemplares adultos por año y en poco más de una década se talaron
en EE. UU., más de 4.000.000 de tejos. Afortunadamente, los científicos han podido
sintetizar la sustancia y ya no es necesario obtenerla directamente de la
planta.
Los
ejemplares masculinos y femeninos no se distinguen hasta que no se produce la
floración, al final del invierno y principio de la primavera. En los masculinos
las flores productoras de polen se agrupan en las axilas de las hojas y son de
color anaranjado. En los femeninos la semilla es ovoide y está parcialmente
cubierta por un tejido carnoso en forma de copa, llamado arilo, que es de color rojo vivo al madurar y semejante a una
baya. Éste, como ya se ha dicho, es el
que da nombre específico a la planta pues baccata
deriva del latín bacca = baya.
Fruto del tejo |
El tejo es
en efecto una planta muy venenosa cuya acción se debe al alcaloide taxina, que actúa sobre el sistema
nervioso produciendo convulsiones, hipotensión, depresión cardíaca y finalmente
la muerte. Crónicas romanas hacen referencia a su uso entre astures y cántabros
como veneno para suicidarse cuando se sentían inútiles para su pueblo o se
sabían vencidos.
Silio
Itálico, por ejemplo, cuenta que: ”El
pueblo cántabro es invencible ante el frío, el calor y el hambre. Se lleva
antes que nadie la palma en toda clase de trabajos. ¡Admirable amor a su
pueblo! Cuando la inútil edad senil comienza a encanecerle pone fin a sus años
envenenándose con el tejo.”
Los galos también
envenenaban sus flechas con veneno de tejo. Julio Cesar en La guerra de las
Galias Libro VI cuenta: ”Cativulco,
rey de la mitad del país de los eburones, cómplice de los planes de Ambiorix, agobiado
por la veeaz, no pudiendo aguatar las fatigas de la guerra ni de la huida,
despuáes de lanzar contra aquel toda suerte de maldiciones por haber sido el
instigador de aquella intriga, se suicidó con jugo de tejo, árbol del que hay
gran abundancia en la Galia y en la Germania.” (Julio
César, La guerra de las Galias, libro VI).
Tejo del Jardín Botánico |
Tejos recortados de la Plaza de Oriente |
Para
terminar e incidir en la trascendencia histórica y cultural que el tejo tiene
en nuestro país, una referencia literaria: “En
estas pláticas iban, cuando vieron que, por la quiebra que dos altas montañas
hacían, bajaban hasta veinte pastores, todos con pellicos de negra lana
vestidos y coronados con guirnaldas, que, a lo que después pareció, eran cuál
de tejo y cuál de ciprés. Entre seis de ellos traían unas andas, cubiertas de
mucha diversidad de flores y de ramos. Lo cual visto por uno de los cabreros,
dijo: Aquellos que allí vienen son los que traen el cuerpo de Grisóstomo, y el
pie de aquella montaña es el lugar donde él mandó que le enterrasen.” Inconfundible texto, de El
Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha que en el capítulo XIII de la
primera parte hace referencia, como no, a la utilización del árbol en una
ceremonia funeraria.
Tejo de la Fuente de la Alcachofa |
Tejo de la Fuente de la Salud |
PARA SABER
MÁS
Memorias de un árbol.
Guido Mina di Sospiro. RBA editores
El libro del tejo, un proyecto
para su conservación.
Simón Cortés, Fernando Vasco y Emilio Blanco. Ed. ARBA
El alma de los árboles.
Miguel Herrea Uceda. Elam Editores
La magia de los árboles. Ignacio
Abella. Ed. Integral
La cultura del tejo. Ignacio
Abella. Ed Urueña S.L.
El Retiro, sus orígenes y todo lo demás (1460-1988). Rosario Mariblanca Caneyro. Edita Ayuntamiento de
Madrid
Publicado en el mes de junio de 2014
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