lunes, 10 de noviembre de 2014

TEJO DEL PALACIO DE VELÁZQUEZ DEL RETIRO


Pese a no ser su hábitat preferido, podemos encontrar tejos en diferentes zonas del Retiro: al lado de la Fuente de la Salud y de la Fuente de la Alcachofa, cerca de la Puerta del Niño Jesús, e incluso hay dos ejemplares recortados en los jardines del arquitecto  Herrero Palacios. Pero los que se encuentran junto la Casa de Vacas y el que está al lado del Palacio de Velázquez, especialmente este último, son los más representativos de la especie.  
 
Tejo del Palacio de Velázquez
El nombre científico del tejo, texus baccata,  procede del término latino taxus, ya utilizado por los autores clásicos Plinio y Virgilio. Según algunos estudiosos, haría referencia a la palabra griega taxis, hilera, en referencia a la forma en que aparecen sus hojas. Otros autores explican que sería la palabra también griega tóxicon, veneno, la que habría dado origen al término, en alusión, en este caso, al carácter venenoso de casi todas las partes de la planta. En cuanto al nombre específico, baccata, viene de la palabra latina bacca, baya, por la forma concreta que tiene su fruto. 

Se trata de un árbol propio de zonas montañosas, umbrías, con clima fresco y suelo húmedo y preferentemente de tipo calizo. A menudo encontramos ejemplares que han enraizado en zonas rocosas aprovechando una fractura o un espacio entre dos peñas. En la actualidad, los grandes ejemplares suelen aparecer en la naturaleza en solitario, escondidos, a menudo rodeados de otros árboles que les ocultan de la vista y hacen de corte natural. En muchos casos es un auténtico enigma saber por qué ese añoso y solitario espécimen ha llegado a nuestros días. Sin duda, detrás de cada uno de ellos hay una historia que lo ha permitido: una tradición, una leyenda, un empeño de alguien, etc. Sin embargo, en los pocos lugares donde su hábitat lo permite, y el resto de seres vivos lo respetan, se acompañan de nuevos retoños de diferentes tamaños y edades que insinúan que en la antigüedad los bosques de tejos pudieran ser una realidad, aunque acompañados de otras especies y en competencia con ellas.
 
Tejo del Palacio de Velázquez
En España está presente, en clara regresión, en casi todas las comunidades, aunque el vinculo cultural con las poblaciones es más fuerte en la cornisa Cantábrica, donde las tradiciones ancestrales lo vinculan a creencias religiosas, acuerdos jurídicos y costumbres domésticas.

En estas comunidades septentrionales y especialmente en Asturias y Cantabria, es bastante habitual encontrar tejos cerca de las iglesias de los pueblos y en los cementerios. Antiguas creencias han identificado la longevidad del árbol junto con su capacidad para ocasionar la muerte (por su toxicidad) como símbolo de la eternidad y a la vez brevedad de la vida y los paisanos han celebrado en torno a él ceremonias religiosas o han depositado en sus alrededores los cuerpos de sus familiares y vecinos fallecidos. La construcción posterior de ermitas, iglesias o cementerios en los mismos lugares, unió antiguos y nuevos ritos y así, reconstruyendo iglesias o replantado tejos, son muchas las poblaciones que en la actualidad siguen manteniendo el támden tejo-iglesia como punto de reunión y reflexión de los lugareños.

Tejo de Arangas, Cabrales (Asturias)

Tejo del cementerio de Salas (Asturias)
También sirvieron los tejos como testigos de acuerdos, contratos y juramentos, con el mismo o superior valor que los documentos escritos o actas notariales: lo que se acuerda bajo el tejo, va a misa, dice una antigua expresión asturiana. Todavía en algunos lugares de España se convoca a concejo con el tañer de las campañas y en muchos casos dicho concejo abierto se celebra bajo el tradicional árbol de la población. Tampoco podemos condenar al olvido la antigua tradición que aun se mantiene en algunos lugares, de plantar un tejo en la huerta o el prado de la casa tras el nacimiento de un hijo y cuidarlo durante toda la vida, como herencia cultural que se transmite a las generaciones posteriores.

Tejo familiar plantado en 1930 junto a su casa por Giordano Fernández, Tineo (Asturias)
En la Comunidad de Madrid hay unos 2000 ejemplares situados en cauces, barrancos y laderas de la sierra. Un detenido paseo por alguno de los puertos de montaña más conocidos, Somosierra, Canencia, Rascafría, Cotos, y algunos otros menos populares, nos permite descubrirlos y en algunos casos admirar su tamaño y edad. En todos los casos, nuestra presencia debería pasar desapercibida para el árbol. El exceso de visitantes y, sobre todo, la falta de cuidado y respeto de los mismos, puede originarle graves daños. No debemos olvidar que todos los árboles necesitan a su alrededor un espacio bien conservado y drenado de forma que sus raíces puedan sostenerlo y obtener el agua y las sales minerales con las que elaborar los nutrientes vitales para su desarrollo.

Tejo del Puerto de Canencia (Madrid)

Tejo del Puerto de Canencia (Madrid)
En la ciudad de Madrid también podemos contemplar tejos en algunos de sus parques principales. Además de éstos del Retiro, existen ejemplares muy interesantes en la Fuente del Berro, en el Campo del Moro, en el Jardín Botánico, en el Parque del Oeste o en el parque del Capricho de la Alameda de Osuna. Y si se quiere ver un ejemplo de tejos ornamentales recortados podemos fijarnos en los de la Plaza de Oriente.

El tejo más espectacular del Parque del Retiro se encuentra junto al Palacio de Velázquez, protegido por una cerca para evitar que el exceso de pisadas perjudique a las raíces, o al proceso de absorción del agua..   
 
 Tejo del Palacio de Velázquez
El palacio de Velázquez  fue construido entre 1881 y 1883 para la Exposición Nacional de Minería que se celebró en 1883. El Ministerio de Fomento, organizador de la exposición, encargo el proyecto al arquitecto  Ricardo Velázquez Bosco (que dio nombre al edificio) y fue emplazado en el lugar conocido como Campo Grande. El presupuesto inicial fue de 225.000 pesetas que aportó el propio ministerio.

Con Ricardo Velázquez colaboraron el ingeniero Alberto del Palacio, responsable de los aspectos técnicos y  Bernardo Asins, constructor y montador de la estructura metálica.

En su construcción empleó Velázquez los materiales y elementos decorativos que repetiría en sus construcciones posteriores, como la Escuela de Ingenieros de Minas (1886) y el propio Ministerio de Fomento (1893), hoy de Agricultura.

Así, utilizando el hierro en la estructura general, el granito como plataforma básica del edifico, el ladrillo recocido en dos tonalidades para los muros de cerramiento y la colorida azulejería cocida en la real Fábrica de la Moncloa (heredera de la Porcelana del Buen Retiro),  se levanto el palacio que fue inaugurado el día 30 de mayo de 1883 por Alfonso XII, acompañado por el rey de Portugal y el Alcalde de Madrid, Marqués de Urquijo.

Palacio de Velázquez
Como curiosidad indicar que participaron en esta Muestra de Minería, Artes Metalúrgicas, Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales, entre otras, las Minas de Río Tinto, la Fábrica de Cerámica de la Moncloa, las Aguas Medicinales de Loeches y Carabaña y algunas prestigiosas industrias madrileñas que comenzaban por aquellos años su andadura como las de los orfebres Meneses e Hijos, Espuñes, las Artes Gráficas de Richard Gans, etc., acudiendo también representantes de la industria y el comercio de Francia, Inglaterra, Alemania, Suiza, Italia y Suecia.

El palacio, construido con el ánimo de ser reutilizado después de la exposición, formó parte importante de la Exposición de Filipinas en 1887,  para la que el mismo arquitecto diseñó el vecino Palacio de Cristal, y posteriormente paso a convertirse en Museo de Ultramar. En la actualidad pertenece a Ministerio de Cultura y se utiliza para realizar exposiciones temporales del Museo Nacional y Centro de Arte Reina Sofía.

Volviendo al tejo se trata de un árbol que, en buenas condiciones, pude llegar a alcanzar una altura de 15 metros y un diámetro de 1,5. Estas dimensiones, sin embargo, no son corrientes; por el con­trario, muchas veces no pasa el tejo de la forma arbustiva o de arbolillo. Este es el caso más común en la Comunidad, donde no es normal encontrar ejemplares que superen los 10 m. de altura.

Tejo del Parque de la Fuente del Berro 
Tiene una copa frondosa y ancha, con varios tallos que salen del tronco o incluso del suelo, como éste del palacio. Sus numerosas ramas se extienden y alejan del tronco creando en su interior una cabaña natural protectora de aves y otros seres vivos, que encuentran en invierno un lugar seco, menos frío y con alimento abundante.
 
La madera es dura, de grano fino y apretado que la hace muy valiosa para la ebanistería y talla. Su utilización durante la Edad Media  para fabricar arcos estuvo a punto de provocar su extinción en Europa. Efectivamente, el arco de tejo adquirió en la Edad Media gran fama, por ser un arma militar de gran efectividad. El impacto de las flechas disparadas por estos arcos era tan fuerte que, según cuenta la leyenda, podían atravesar puertas de roble de 8 cm de espesor o las armaduras y cotas de malla de los soldados.
 
Tronco del tejo del Palacio de Velázquez
La demanda de madera de tejo fue tan importante que los ingleses realizaron plantaciones en su territorio, prohibiendo el Parlamento su exportación, y decretando una ley que obligaba a todos los barcos mercantes que arribaran a sus puertos procedentes del extranjero a pagar un tributo, consistente en cuatro duelas de arco de la mejor calidad por tonelada de mercancía importada.


También ha sido muy usado en ebanistería, toneles, mangos de herramientas y ejes de carros por su resistencia al frotamiento. En este caso, el carro con eje de madera de tejo “canta” al aplicarle el freno descendiendo los empinados caminos de las montañas asturianas y ese canto era tradicionalmente acompañado por el paisano, y así, carro y campesino bajaban hacia las aldeas rompiendo el silencio del monte astur.   

Muy cerca, al otro lado del estanque, y junto a la Casa de Vacas, encontramos otros dos tejos uno de los cuales, el de más edad, soporta el paso del tiempo con las oportunas muletas que en su momento le fueron colocadas para evitar que sus ramas se desgajen


Tejo de la Casa de Vacas
La Casa de Vacas se construyó por orden del rey Fernando VII a su regreso a España tras la Guerra de la Independencia. En efecto, tras dicha guerra, el parque del Retiro estaba prácticamente destruido. El rey encarga al arquitecto Isidro González Velázquez la realización de una reconstrucción parcial entre las calles O’Donnell y Menéndez Pelayo y el Estanque Grande, convirtiendo la zona en un reservado para que en él la familia real pudiera disfrutar de las fantasías y caprichos románticos de un jardín al estilo del primer cuarto del siglo XIX.

Así, González Velázquez construye para el monarca la Montaña Artificial, la Casa Persa o Rústica (hoy desaparecida), la Casa del Pobre y del Rico (derribada en 1963), la Casa de Vacas, la Casita del Pescador, la del Contrabandista (Florida Park), la de Fieras, un castillete medieval (actualmente en ruinas), un embarcadero para la Falúa Real (desaparecido al construir el monumento a Alfonso XII) y la fuente Egipcia del dios Canopo.
En la Casa de Vacas se construyó una vaquería donde las hijas del monarca jugaban a pastorcillas, disponiendo de una serie de vacas cuya leche bebían después de haberlas ordeñado ellas mismas. En 1868, la corona pierde los derechos sobre los Jardines del Buen Retiro y este pasa a depender del Ayuntamiento de Madrid y la Casa de Vacas en 1873 se alquila a Mateo Cabezas y Romeral que la transforma en un establecimiento modélico donde se podía beber leche recién ordeñada, pasando años después a instalarse una chocolatería.

La Casa de Vacas en la actualidad
Destruida parcialmente por el ciclón que en 1886 arrasa el Retiro, se reconstruyó en el siglo XX, pasando a formar parte de la Zona de Recreo, junto al Templete de la Música, y siendo transformada en un café restaurante. Se realizaron  diversas reparaciones hasta que en la década 1950-60  se reestructura de nuevo y pasa a utilizarse como sala de fiestas, con restaurante, orquesta y bar, haciéndose celebre con el nombre de Pavillon, hasta que en 1983, un incendio destrozó la sala y tras ser restaurada pasó a depender del Ayuntamiento de Madrid, dedicándose a sala de exposiciones culturales.

El tejo de las muletas, que se encuentra a su derecha es de edad incalculable. Es algo arriesgado hablar de la edad de los tejos. Se trata de un árbol longevo, de crecimiento muy lento, pero es difícil averiguar su edad. No sirve contar anillos: los más añosos suelen tener el tronco hueco. Además pueden pasar muchos años con crecimiento nulo. Tampoco es oportuno utilizar la barrenilla para extraer una muestra del tronco ya que puede perjudicar seriamente al árbol. Parece claro que pueden superar los 1500 años y hay referencias de algunos casos en los que se ha producido una regeneración a partir del tronco ya moribundo de un ejemplar. 

Sus hojas son perennes de 10 a 30 mm, de largo por 1,5 a 2,5 de ancho, formando dos hileras opuestas de color verde oscuro por el haz y más claro por el envés. El tejo es una especie dioica (con pies masculinos y femeninos). Precisamente, este tejo con muletas es un ejemplar femenino  y si la visita se realiza en otoño, veremos también su fruto, un arilo carnoso que rodea la semilla de color rojo y sabor agradable. Los animales consumen sus frutos y dispersan las semillas favoreciendo su reproducción.
 
Hojas y flores masculinas del tejo
Precisamente el fruto es la única parte de la planta que no es venenosa. El resto contiene alcaloides tóxicos que pueden llegar a provocar la muerte. Por otro lado, el descubrimiento del taxol en la corteza del tejo del Pacífico (taxus brevifolia) como anticancerígeno ha estado a punto de acabar con el árbol. Para tratar a una sola persona hacían falta varios ejemplares adultos por año y en poco más de una década se talaron en EE. UU., más de 4.000.000 de tejos. Afortunadamente, los científicos han podido sintetizar la sustancia y ya no es necesario obtenerla directamente de la planta.


Los ejemplares masculinos y femeninos no se distinguen hasta que no se produce la floración, al final del invierno y principio de la primavera. En los masculinos las flores productoras de polen se agrupan en las axilas de las hojas y son de color anaranjado. En los femeninos la semilla es ovoide y está parcialmente cubierta por un tejido carnoso en forma de copa, llamado arilo, que es de  color rojo vivo al madurar y semejante a una baya. Éste, como ya se ha dicho,  es el que da nombre específico a la planta pues baccata deriva del latín bacca = baya.

Fruto del tejo
El tejo es en efecto una planta muy venenosa cuya acción se debe al alcaloide taxina, que actúa sobre el sistema nervioso produciendo convulsiones, hipotensión, depresión cardíaca y finalmente la muerte. Crónicas romanas hacen referencia a su uso entre astures y cántabros como veneno para suicidarse cuando se sentían inútiles para su pueblo o se sabían vencidos.

Silio Itálico, por ejemplo, cuenta que: ”El pueblo cántabro es invencible ante el frío, el calor y el hambre. Se lleva antes que nadie la palma en toda clase de trabajos. ¡Admirable amor a su pueblo! Cuando la inútil edad senil comienza a encanecerle pone fin a sus años envenenándose con el tejo.”

Los galos también envenenaban sus flechas con veneno de tejo. Julio Cesar en La guerra de las Galias Libro VI cuenta: ”Cativulco, rey de la mitad del país de los eburones, cómplice de los planes de Ambiorix, agobiado por la veeaz, no pudiendo aguatar las fatigas de la guerra ni de la huida, despuáes de lanzar contra aquel toda suerte de maldiciones por haber sido el instigador de aquella intriga, se suicidó con jugo de tejo, árbol del que hay gran abundancia en la Galia y en la Germania.” (Julio César, La guerra de las Galias, libro VI).

 Tejo del Jardín Botánico

Tejos recortados de la Plaza de Oriente
Para terminar e incidir en la trascendencia histórica y cultural que el tejo tiene en nuestro país, una referencia literaria: “En estas pláticas iban, cuando vieron que, por la quiebra que dos altas montañas hacían, bajaban hasta veinte pastores, todos con pellicos de negra lana vestidos y coronados con guirnaldas, que, a lo que después pareció, eran cuál de tejo y cuál de ciprés. Entre seis de ellos traían unas andas, cubiertas de mucha diversidad de flores y de ramos. Lo cual visto por uno de los cabreros, dijo: Aquellos que allí vienen son los que traen el cuerpo de Grisóstomo, y el pie de aquella montaña es el lugar donde él mandó que le enterrasen.”  Inconfundible texto,  de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha que en el capítulo XIII de la primera parte hace referencia, como no, a la utilización del árbol en una ceremonia funeraria.

Tejo de la Fuente de la Alcachofa

Tejo de la Fuente de la Salud

PARA SABER MÁS

Memorias de un árbol. Guido Mina di Sospiro. RBA editores
El libro del tejo, un proyecto para su conservación. Simón Cortés, Fernando Vasco y Emilio Blanco. Ed. ARBA
El alma de los árboles. Miguel Herrea Uceda. Elam Editores
La magia de los árboles. Ignacio Abella. Ed. Integral
La cultura del tejo. Ignacio Abella. Ed Urueña S.L.

El Retiro, sus orígenes y todo lo demás (1460-1988). Rosario Mariblanca Caneyro. Edita Ayuntamiento de Madrid

Publicado en el mes de junio de 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario